Anarco-independentismo: la facción más desconocida del movimiento libertario (parte 2)

El anarco-independentismo propone lograr la liberación de un territorio determinado y la capacidad de éste de auto-organizarse sin necesidad de un gobierno centralizado a través del federalismo libertario. Para sus seguidores el independentismo está implícito en el mismo anarquismo; esta propuesta, como libertaria que es, toma al individuo como base de la liberación social: la independencia surge del propio individuo. En ausencia de Estado y capital, el individuo se uniría a los organismos de base en los que, entre iguales y de manera autogestionaria, decide mediante democracia directa los asuntos que competen no sólo a la producción, sino a todos los aspectos de la vida comunitaria. Estos organismos se vinculan libremente entre sí, lo que requiere primero que ellos también sean independientes. Eso justamente es el federalismo: la unión libre (lo que también implica separación libre), para que se produzca, es imprescindible que exista la posibilidad de decisión previa de las unidades que se juntan. En el pensamiento anarquista, la independencia es el requisito para la autodeterminación que se ejerce con la autogestión. En este sentido, el anarco-independentismo no rompe con las ideas libertarias; todo lo contrario: se reafirma en ellas. Para éste, «nación» no es igual a «Estado», ni independentismo igual a nacionalismo.

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Versión anarquista de la «Estelada» catalana, utilizada como símbolo por el anarco-independentismo en Cataluña.

Más que hablar de nacionalismo hacen referencia al término «liberación nacional»; para alcanzarlo emplean aspectos como la cultura o la lengua del territorio que quieren independizar que no estén en contradicción con las prácticas libertarias, como forma de unión popular y siguiendo un alineamiento internacionalista de hermandad con todos los pueblos del mundo, apoyándose en la multiculturalidad y rechazando de hecho el racialismo. Tanto los anarquistas como los independentistas no concibieron la liberación nacional fuera del Estado. Esto llevó a los primeros a no asumir esta liberación por tener miedo de estar potenciando un Estado nuevo, y a los segundos, a reivindicar este Estado como única forma de liberación nacional. Acusados de «nacionalistas» por el sector mayoritario del anarquismo, éstos se defienden argumentando que lo mismo se podría decir de todos aquellos que sostienen como marco referencial de su actuación el Estado-Nación, sean estos comunistas, socialistas o libertarios. Es más, no asumir la liberación nacional, posponerla a una futura e hipotética destrucción del Estado, significa convertirse en cómplice del Estado en su objetivo de someter a las comunidades nacionales.

Colectivos

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Cuarto número de la revista «Le Huchoèr» en el que se anuncia el nacimiento de la CBIL.

Existen en Europa algunos colectivos que se enmarcan dentro de la corriente anarco-independentista, unos formados por un número reducido de militantes, dedicados fundamentalmente a la teorización y a apoyar las luchas populares de sus países, y otros con una infraestructura mayor y una capacidad de operación propia mucho más grande. Entre estos últimos está la Coordinadora por una Bretaña Independiente y Libertaria (CBIL), que junta a grupos que actúan en las ciudades de ese país, y que nación de la voluntad de asociar las luchas libertarias con las de emancipación cultural y política de Bretaña. Son los responsables de la publicación del periódico trimestral «Le Huchoèr» (El Portavoz), redactado en lengua bretona, galó (la otra lengua propia del país) y francés.

En Cataluña vienen trabajando desde hace algún tiempo el colectivo Negres Tempestes (Negras Tormentas) organizando actividades y publicando la revista de debate libertario «La Rosa dels Vents»; hace poco reeditaron una obra referencial dentro del anarco-independentismo en la órbita ‘española’: «Anarquisme i Alliberament Nacional», publicado por el grupo «Ikària» – ya desaparecido – en 1987.

En Sicilia, los partidarios de esta tendencia se agrupan alrededor del periódico «Sicilia Libertaria», que defiende la sicilianidad negada como nación por el Estado italiano, y entienden que allí «la lucha contra el imperialismo y el capitalismo pasa inequívocamente por la potenciación de la autodeterminación y la independencia del pueblo siciliano».

En Canarias hay tradición anarco-independentista desde hace bastante tiempo, con algunas agrupaciones a lo largo de la Historia contemporánea. Esa tradición cristalizó en el libro colectivo «Independencia y Autogestión – Escritos Anarcoindependentistas», que recoge 13 textos del independentismo libertario a lo largo de 20 años.

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Enseña tradicional anarco-sindicalista con la cruz cátara de Occitania.

«Occitània Libertaria» nació por oposición al «sectarismo» y al «racismo» de los anarco-jacobinos de Francia. Resume sus objetivos en cuatro puntos: la colectivización de los medios de producción y la reapropiación de las tierras occitanas colonizadas; el respeto y el esparcimiento de la identidad nacional occitana; el reconocimiento del pueblo occitano y de sus derechos nacionales, y el control por parte de la comunidad nacional occitana del desarrollo económico, social y cultural del país.

Son nada más unos ejemplos, pero hay más esparcidos por el continente, en países como Euskal Herria (con un referente bien claro como fue el grupo «Askatasuna», que en la década de 1970 editaba una revista con el mismo nombre), Galiza, Escocia, el País de Gales o Cerdeña (donde en 1986 llegó a celebrarse una especie de «Internacional Anarco-Independentista») hay grupos, publicaciones e iniciativas que van en este mismo sentido.

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Símbolos de «Askatasuna», publicación anarco-independentista vasca que se autodefinía como «revista comunista libertaria de Euskadi».

Anarquismo y liberación nacional. Dos conceptos que pueden parecer, a priori, contrapuestos, pero que no tienen por qué. Eso defiende esta corriente del movimiento libertario conocida como anarco-independentismo, una tarea difícil de explicar viendo el rechazo que produce tanto en el independentismo de izquierda como en el anarquismo ortodoxo. De todas maneras, no está de más, llegados a este punto y como conclusión, recordar unas palabras del psiquiatra y ensayista anticolonialista Franz Fannon, estudioso (entre otras cosas) de las consecuencias psicológicas de la colonización sobre el colonizado: «La conciencia nacional, que no nacionalismo, es la única que puede darnos una dimensión internacional».

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